Y ahí estábamos con 3 cucharas de alpaca cavando para dejar pasar el agua que mi padre había frenado con un tapón de tierra... así estrenaban mi cerebro, los recuerdos de esta increíble vida que decidí transitar una vez más.
Los recuerdos, poderosas perlas que subyacen entre la fantasía y la realidad, relucen al sentir el olor de las hojas de eucalipto quemarse, o el olor a la morenita al resguardarse el sol en verano, ni hablar de un retaca consumida lentamente por el beneficio de alejar los mosquitos. Y así florecen miles y miles de recuerdos que dejaré profundamente escritos en superficiales frases que sólo su alma podrá entender.
Recuerdo los primeros pasos de nuestro perro Tovi en el callejón frente a las granadas.
Recuerdo el perfecto caminito que dejaban las vacas desde el corral al tacho del agua, y que transitaba cada mañana para ordeñar.
Recuerdo la Mocha, la Mochita, la Pachanga y la Pachanguita, como también la Lola.
Recuerdo mi madre amasando 10 kg de haria para hornear 22 panes.
Recuerdo a mi padre trayendo leña con el macho y la mula, con la cadena de gancho y el balancín.
Recuerdo esas tardes de verdolaga y cerraja en la viña de Don Cochelo para los conejos.
Recuerdo también los halcones galácticos en el televisor de Doña Juana a las 18:00 hs.
Recuerdo la frase: Andá a pedir un pan a Doña Juana, decile que mañan amaso y se lo devuelvo, cuidado al cruzar la calle, mirá a ambos lados de la calle antes de cruzar.
Recuerdo las cientos de horas que dedicamos con Jorge a fabricar un autito a pedales sin éxito.
Recuerdo las siestas enteras que Lachi jugaba con la PUKI entre los olivos.
Recuerdo a mis hermanos Carlos e Ines enviándonos a comprar shampu en sachet para bañarse e irse al baile en el salón de actos de La Paz.
Recuerdo el cajón atrás de las bicicletas.
Recuerdo la cosecha de aceitunas, las carpas de cosechadores, el olor a aceite en las mantas que se colocaban debajo del árbol.
Recuerdo recorrer kilómetros arriba de los alambrados con Jorge.
Recuerdo las cuevas que hacíamos en las morenitas y las cañotas.
Recuerdo la balsa en la represa, entre las totoras.
Recuerdo la huerta con frutillas al lado del tranque australiano.
Recuerdo la cosecha de ciruelas Santa Rosa y las damascas bandera española.
Recuerdo a Sergio Denis sonando en los parlantes del club y mi hermana Ines lanzando un tronco de muchos kilos al aire como una pluma al escucharlo.
Recuerdo el cultivo de cebollas con un palo de escoba en la tierra mojada.
Recuerdo el olor a una tormenta que se avecinaba.
Recuerdo la temperatura exacta del agua de lluvia en verano.
Recuerdo el olor a la chepica cubierta de rocío con el cielo rojizo en un amanecer.
Recuerdo la espera del micro de la TAC que llegaba de Mendoza y nos llevaba al pueblo.
Recuerdo los almuerzos de sábado y domingo con los 7 sentados a la mesa.
Recuerdo las siestas de verano metidos en el tacho de agua de las vacas.
Recuerdo el lago de arena debajo del olivo, testigo de las mejores historias.
Recuerdo los autos de juguete que tallábamos con Jorge en ladrillo con un machete.
Recuerdo los pegazos hechos de barro y con plumas como alas.
Recuerdo con emoción a Débacon y las decenas de Debaquin que atravesó antes de morir.
Recuerdo las avispas naranjas arrastrando arañas pollito desde el olmo hasta las paredes de adobe de la vieja casa.
Recuerdo cada cuarto de la casa vieja, su galpón, los gallineros, conejeras y chiqueros que habían en sus cuartos vacíos, y hasta un corral de cabra.
Recuerdo cada carneo de invierno, mi padre buscando vecinos para colaborar, y mi madre haciendo embutidos, chanfaina y preparando la carne para el asado.
Recuerdo la salsa y duraznos al natural, el tacho donde se hervían las botellas, y la mañana siguiente cuando se sacaban para guardarlas.
Recuerdo dormir bajo las estrellas cuando temblaba.
Recuerdo el dulce de leche o ricota que se hacía cuando sobraba leche del a venta diaria.
Recuerdo decenas de dulces de fruta que hacía mi madre con la olla redonda o la olla grande.
Recuerdo pisar la uva descalzo que usaba mi padre para hacer vino (la moledora).
Recuerdo mi madre pidiendo que le haga cosquilla en el brazo.
Recuerdo a mi padre pidiendo que le haga masaje en la espalda.
Recuerdo los cuentos de mi padre antes de dormir.
Recuerdo mi madre horas y días enteros a mi lado cuando enfermaba.
Recuerdo mi madre llevándome en sus hombros del baño a la pieza cuando me bañaba.
Recuerdo los robots que hacíamos de cajas de cartón de té en las noches.
Recuerdo las miles de aventuras que inventábamos con 3 muñecos y 4 autos.
Recuerdo el sol mágico, el sol artificial y las batallas noche a noche.
Recuerdo comer chorizos secos colgados en el techo de mi habitación.
Recuerdo sacar árboles de raíz con mi padre como un juego de paciencia y estrategia.
Recuerdo las caminatas de 5km cuando debíamos ir al pueblo, algo que recuerdo de forma maravillosa aunque mi madre lo hacía por no tener para el pasaje del micro.
Recuerdo las aventuras con mi tío Arturo y sus infinitas enseñanzas.
Recuerdo las carreras de barquitos en la acequia chiquita con mis hermanos.
Recuerdo recorrer las acequias arriba de un tronco flotando.
Recuerdo los patos y gansos, los gallos de riña y los pavos reales.
Recuerdo limpiando el patio en las tardes de verano.
Recuerdo cuando aprendí a andar en bicicleta en ese mismo patio limpio por mi padre.
Recuerdo las obras de teatro con los vecinos, entrenando horas para mostrarla a los adultos.
Recuerdo la primaria de Villa Antigua y su eterno maestro Diaz.
Recuerdo carpintería, los recreos de 15, 10 y 5 minutos.
Recuerdo a Vicente Barahona tocando la campana.
Recuerdo el comedor escolar y los viajes a la Escuela Hogar.
Recuerdo tantas cosas y la vez me parecen tan pocas...
Recuerdo una gran infancia con libertad, placer, plenitud, alegría, velocidad, ingenio, creatividad infinita, amor... resumiendo, recuerdo felicidad.
Gracias por estas simples cosas que recuerdo, simplemente, porque ahora le toca guardar esos recuerdos a mis hijos.
Gracias, gracias, gracias por esta vida que se pone cada vez más linda!!..
Thursday, December 27, 2018
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